jueves, 29 de diciembre de 2011

Como extendiendo las manos en el aire

Como extendiendo las manos en el aire,
sin resistencia alguna,
se extiende mi mirada.

Esta sensación de estar viéndolo todo,
de respirar las mañanas con frío,
de toserle a los caracoles,
esta sensación tiene un enigma irresuelto
como una cueva subterránea.

Y mientras pueda ver las gentes,

escuchar sus voces y la mía,
seguirá el misterio
de no saber a fondo
cómo crecen las uvas en los pies
de los caminantes,
cómo el azul arropa hasta los hombros
todos los horizontes,
¡y cómo es que con un beso
se suspenden las miradas!

miércoles, 2 de febrero de 2011

Tus derechos


Tus derechos

Tienes derecho a vivir en la pobreza,
y tus hijos también lo tienen,
tus nietos y tus próximas
tres generaciones.

Tienes derecho a sufrir en silencio,
a rezarle a Dios mientras
los alimentos que te nutren
vuelan por el aire, cada vez más altos,
como aves en primavera.

Tienes derecho a quedarte callado
si los funcionarios roban,
viajan por el mundo con nuestro dinero
sin firmar ningún convenio,
se burlan de ti
o cenan con los jueces
que omitirán sentenciarlos
y cosas por el estilo.

Tienes derecho a que tus hijos
se queden sin estudiar,
tienes derecho a no pensar
y aceptar como verdadero
todo lo que ves en la televisión,
oyes en la radio o lees en el periódico.

Tienes derecho a morirte
un buen día,
a un ataúd sencillo,
de esos que no tienen
cristales en la cubierta,
comprado por tus familiares
con dinero prestado.
Tienes derecho
a nueve días de rezo
­–¡qué consuelo!–.

Tienes derecho a una vida miserable,
mientras te gobiernan alegremente.
Hay que repetir el mensaje
para que la idea principal
salga a la superficie
como un cuerpo adulto ahogado
desde que se sintió independiente:
¡tienes derecho a vivir en la pobreza!
­–¡qué consuelo!–.

                        De Poesía Necesaria I
                        Daniel Santos