Tus derechos
Tienes derecho a vivir en la pobreza,
y tus hijos también lo tienen,
tus nietos y tus próximas
tres generaciones.
Tienes derecho a sufrir en silencio,
a rezarle a Dios mientras
los alimentos que te nutren
vuelan por el aire, cada vez más altos,
como aves en primavera.
Tienes derecho a quedarte callado
si los funcionarios roban,
viajan por el mundo con nuestro dinero
sin firmar ningún convenio,
se burlan de ti
o cenan con los jueces
que omitirán sentenciarlos
y cosas por el estilo.
Tienes derecho a que tus hijos
se queden sin estudiar,
tienes derecho a no pensar
y aceptar como verdadero
todo lo que ves en la televisión,
oyes en la radio o lees en el periódico.
Tienes derecho a morirte
un buen día,
a un ataúd sencillo,
de esos que no tienen
cristales en la cubierta,
comprado por tus familiares
con dinero prestado.
Tienes derecho
a nueve días de rezo
–¡qué consuelo!–.
Tienes derecho a una vida miserable,
mientras te gobiernan alegremente.
Hay que repetir el mensaje
para que la idea principal
salga a la superficie
como un cuerpo adulto ahogado
desde que se sintió independiente:
¡tienes derecho a vivir en la pobreza!
–¡qué consuelo!–.
De Poesía Necesaria I
Daniel Santos