domingo, 19 de diciembre de 2010

Hoy hablaré de la felicidad

Hoy hablaré de la felicidad

            I
En este mundo hay muchos hechos diferentes,
en esos hechos yo veo que la gente vive feliz.

Hay mujeres que son felices
besándose con otras mujeres
y hombres jugando juegos extraños
con otros hombres.

Hay mujeres que son felices
viviendo con varios hombres,
nunca se han sentido cómodas
en una sólo trinchera.

En cambio hay hombres
que son felices con una sola mujer,
con tocar su pelo
y compartir con ella
sus sueños, alegrías y penas,
hay hombres así.

Pero hay hombres que son felices
buscando mujeres diferentes todos los días,
viven sus vidas sin temor, como volando, sin miedo.
Otros no presentan ese batir inicuo
y se casan un vez y celebran bodas
del color de las perlas.

Hay parejas que son felices
haciendo el amor todos los días,
hay otras que la distancia
no logra malograr: como quiera se aman.

Hay países donde los hombres son felices
teniendo cuatro esposas, la ley lo permite,
pero son infelices si una de ellas tiene a otro hombre:
hacen una junta solemne, y buscan piedras macizas
como extraídas de las canteras del infierno,
y comienzan una lapidación mortal como un buitre
que lanzas picotazos a noventa kilómetros por hora
contra un cuerpo yerto indefenso de bebé recién nacido.

Hay mujeres que son felices siendo monjas,
desafortunadamente hay sacerdotes felices
induciendo a niños a rezar con ellos
órganos sagrados.

Desgraciadamente hay gente adulta muy feliz
fornicando a niños de 5, 6,7 años;
hay otros, como en Francia, que son felices
enseñando a los niños a filosofar, a pensar por sí mismos.

            II
Definitivamente en este mundo
hay mucha gente feliz.

Hay gente que es feliz fumando mucha,
mucha marihuana hasta las uñas,
otros no son felices hasta que no sienten
sus riñones borrachos.

Hay científicos que son felices
manipulando átomos y creando bombas
inofensivas que pueden volarnos a todos
en este preciso instante y en mil pedazos.
Hay otros que eliminando enfermedades
son alegres: buscando el talón de Aquiles
de los cánceres.

            III
Este mundo es muy grande.
Yo no puedo señalar a nadie,
no tengo la autoridad para eso,
pero si puedo hablar hoy de la felicidad.

Hay gente que es feliz controlándolo todo,
como algunos militares desbordados,
como algunos presidentes latinoamericanos irrespetuosos;
hay gente que es feliz viviendo despreocupada,
viendo la luna misteriosa, sintiendo la brisa,
escuchando en silencio las palabras de la noche.

Hay gente que es muy feliz preocupándose
por hacernos saber cómo actúan los gobiernos
detrás de las cortinas;
hay fiscales que son felices tildando
a seres inquietos de terroristas, apartándolos del rebaño.

Hay gobiernos que son felices
condenando a once años de prisión
a todo el que piensa diferente al credo oficial,
hay otros gobiernos que son felices
marginando a todos los extranjeros,
aun si saben tocar guitarra como los gitanos.

Hay gente que es feliz extorsionado a los inversionistas
extranjeros, pidiendo diez millones de dólares
por sus condenables servicios. Otros menos ambiciosos,
solo piden alojar sus productos
libres de impuestos en los aeropuertos.
            IV
A veces pienso en la felicidad
y veo que es muy frágil como los globos 
con los que juegan los niños.

Conozco personas que son felices siendo teóricos:
viviendo una vida que nunca sale de sus cabezas;
conozco otros que desean ser parte de la historia
y actúan todos los días para dejar sus huellas.
Otros simplemente son felices
dentro de las bibliotecas o escribiendo.

Yo soy feliz, por ejemplo,
escribiendo lo que siento,
otros son felices recibiendo dinero
y escribiendo lo que otros sienten.
Hay gente que es feliz creando palabras nuevas:
como cronopio, herbur…
Hay gente sencilla que es alegre repitiendo como un perico
todo lo que los demás les enseñan.

            V
No tengo la autoridad para decirle a nadie
cómo debe ser feliz,
mis ojos ven el mundo muy amplio,
mis ojos hoy sólo ven los hechos.

Hay gente que cree que es muy feliz utilizando
caretas: tienen dos, tres, cuatro… personalidades.
Hay otros que son felices siendo íntegros, como Camus,
son los que son en la calle, en el bar, en el cine,
y no cambian su postura ni por un nuevo amor.

Hay gente que es feliz mostrando su resistencia,
como Juan Bosch, nadie los tuerce
aunque mueran solitarios como una brasa.
Hay otros que se aprovechan
de lo que llamamos democracia
y viven su vida alegremente
como una tórtola protegida.
Hay gente que es feliz comprando un pantalón
y revendiéndolo cinco veces por encima del costo,
en cambio hay comerciantes que viven muy bien
con un margen de beneficio del treinta por ciento.

Hay gente que llega al mundo y es feliz dejando
todo igual cuando se marchan: viven sin tocarlo,
sin hacer siquiera un barquito de papel.
Otros en cambio dicen: “No vamos a comernos esa uva agria,
¡vamos a cortar las naranjas podridas!”.

Hay momentos donde siento por dentro
que el mundo es muy amplio,
parecido a una noche llena de pensamientos.
            VI
Yo no entiendo cómo la felicidad
nunca viene en la misma camisa:
es diferente y se ajusta a la gente
que la contempla.

En Santiago, una mujer es feliz
vendiendo café en la madrugada.
Ella canta mientras dirige
su carrocería al punto de venta:
un semáforo poblado de vehículos
que van a Puerto Plata; ellas les vende
el café y los libera de la muerte.

Definitivamente la felicidad
no puede caber en unos mismos zapatos;
la felicidad no puede caber en una misma sonrisa.
Pienso en la felicidad y me doy cuenta
que es distinta,
es un arcoíris de infinitos colores
en quien la siente.

Hoy hablé de la felicidad
y no sé si hice bien con decir
lo que pensaba.
Mañana no sé de qué hablaré.
Mientras tanto, vislumbro
las manzanas azules
en el limonero color naranja
de los brazos extendidos
de un ministro patriota.

                                      Daniel Santos

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