Oscuro de luna, motivo para escribir
Madrugada del día de la Constitución.
I
Oscuro de luna,
luna no vista por los trabajadores
que el viernes divagaban libres por la vida,
como tórtolas ecuánimes
que caminaban elegantemente.
Escucha este realismo
trágico de la vida,
del dominicano normal, de carne y hueso,
de ese que tiene alegrías y frustraciones,
y cuando cobra su sueldo, cobra vida.
Sale, come, bebe, baila,
busca mujeres y llega tarde a casa
y si no llega, es porque no tiene derechos:
si los policías lo notan muy alegre,
lo obligan con pistolas,
como si fuera delincuente,
a subirse en un nido
de cuatro gomas corruptas.
II
(Realismo trágico)
(Queja de los reclusos)
–Guardia, hijoetumalditamadre.
–Raso, macagraaaano.
–E to azarooso.
–E to hijoelacreta.
–Oye, cómo he: “Usted, móntese aquí”,
en la maldita camioneta del diablo,
como si uno fuera un perro.
–Esos somos, dije,
nosotros los pobres no tenemos derechos.
Le enseñé mi tarjeta de trabajo
al policía más prepotente,
vio que era licenciado,
pero igual, de nada valió.
Incluso, estábamos sentados
esperando las cuatro yaroas[1]
que Holdi nos estaba preparando.
Ariel y yo estábamos juntos,
Freddy y Vitín, del otro lado.
Recuerdo su maldita voz:
“Ustedes dos, ustedes mismos, vengan!
–¡Ese maldito policía!, ¡coño!
Yo quisiera que soltara la pitolita esa,
pa que tú vea, cómo nos desgraciamos la vida.
–La semilla,
ya van nueve veces con ésta, dijo Freddy.
El de los lentecitos, ese maricón,
donde quiera que me ve, me lleva.
Me tiene de zozobra.
Es el que manda a los otros.
Antes de que nos quitaron las correas,
los cordones, las llaves, los celulares,
llamé al súperabogado,
pero en su voz cansada
supe que no iba a levantarse a esa hora.
Entonces nos metieron en una celda,
donde nos esperan otros desafortunados.
Cada minuto allí duraba como una hora,
tuvimos que hacer magia para acomodarnos.
Veintiuna personas puestas como mangos
en una cajita, en una cajita donde quizás
pueden caber seis o siete reclusos.
Y un olor a mandarinas podridas
en agua estancada:
mierda, mucha mierda desbordada,
orina, excrementos de vómitos,
¡yo no sé cómo podían respirar
los que estaban en la puerta
de eso que allí llamaban baño!
El pobre Alex, fue a orinar
y vomitó más de cinco veces.
Comenzaron a soltarnos
luego de las ocho de la mañana,
uno a uno, me acordé
de los treinta y tres mineros.
El súperabogado llegó encendido,
casi a las nueve, en traje azul,
camisa blanca, corbata roja,
y burlándose de sus amigos.
Así es nuestra amistad.
Somos sinceros.
Pero yo estaba tan enfadado,
que comencé a investigar los nombres
del los que me metieron preso,
sin ningún motivo,
solo porque estaba esperando algo
de comer donde Holdi
a las dos de la mañana,
y se suponía que el cuartel
lo pusieron para mantener
el barrio seguro.
–Estamos en la República Dominicana.
Come algo, báñate, descansa y olvida
lo sucedido, me dijo el súperabogado.
Así lo hice.
Me levanté casi a las ocho de la noche,
hoy 6 de noviembre del 2010,
día de la Constitución. La Carta Magna
donde están escriiiiiiiiiiiiiiiiiitos
todos nuestros derechos.
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