Espigas mojadas, campos verdes
A Paul Strathern
I
Objeción primera a
Derrida
Lo que
tiene olor existe.
Si camina o
piensa, existe.
Si se le
puede definir un color:
existe.
Y si puede
ser tocado: existe,
y si aunque
esté lejos
escuchamos
sus pasos: existe.
¡Ah! no me
hablen
de “diferencia”,
no acepto
más
contradicciones
al latir de
nuestra realidad.
II
Sandy o dos
impresiones o ideas distintas
1
Hola
princesa,
hola
niñita,
está hermosa
tu blusita
rosada
y es de
jazmín
tu inocente
sonrisa.
Con tu
corona
de cartón
sonríes,
no me
conoces
y respondes
a mi adiós,
yo te
sonrío
alejándome
de tu reino
y en tu manita
y en tu manita
sigue el
adiós.
2
¡Qué
fuerzas llevas!,
(¡Miren cómo puso
todas las nubes!: ¡negras!)
Los campos
muestran tu
terrible paso:
árboles
caídos,
el agua
desbordada
en los
canales,
espigas de
arroz
dobladas
como
columnas vertebrales mayores…,
vas ahora
hacia Santiago.
Dejaste a los hombres
Dejaste a los hombres
limpiando
los caminos verdes:
cierras
eléctricas cantan,
machetes
relucientes
vuelven a
la vida;
y hay precaución,
mucha
precaución
en los
caminos.
III
Objeción segunda a
Derrida
Tengo 52
cartas
Northwest Orient
en mis
manos,
y por
suerte,
no está el
comodín
para mi
propósito.
Las conté
una por una.
No tengo
confusión,
no hay
ninguna confusión.
Puedo
conocer
sin
dificultad,
no hay “diferencia”
en mi
conocimiento,
no hay
dobles sentidos
en las
cartas.
Son 52,
y lo más
importante:
ya hemos
jugado
varias
partidas.
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